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¿SER PILLO PAGA?


James Londoño Prada

Partiendo de la premisa que las conductas torcidas de los seres humanos se hacen o se construyen, no nacen, encontramos que nuestra sociedad colombiana va formando cada vez más, un creciente conglomerado de pillos, en todos los ámbitos de la vida republicana del país.

Casi dos décadas va a completar nuestra carta magna definiendo que ésta patria es un Estado Social de Derecho… fundado en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. Analizando el contenido del primer articulado constitucional, nos volvemos perogrullescos al comprobar que los derechos sociales se desdibujan cada vez más, la dignidad humana se vendió en los cambalaches del soborno, la coima y las prebendas, el trabajo pasó de ser sinónimo de esfuerzo y dedicación y se aculilló ante la cultura de lo fácil, y el interés general se desdibujó en el interés de poder que beneficia a unos pocos.

Actualmente se tiene el caldo de cultivo, no para confirmar la teoría de los seres vivos, sino para producir pillos en serie para todos los torcidos que se puedan dar en las relaciones sociales, baste tener una inequidad en todos los órdenes como tiene Colombia, mezclada con la carencia de valores y principios hacia el respeto y la convivencia, macerada por la competencia malsana de pasar a toda costa por encima de los demás y filtrada en un consumismo que nos hace creer que el poder y la gloria están en los bienes materiales que acumulemos, y tendremos esos especímenes que afloran en todos los estamentos sociales y particularmente en los cargos del Estado.

El pillo que se apropia de lo público, por lo general es como decían nuestros abuelos, un “tipo estudiado”, que inició su carrera en lo público por algún hecho que le permitió llegar a un cargo (hablo de la lagartería, el cargaladrillo, o el apellido tradicional del santoral político). Empieza su periplo hacia el delito, cuando considera que la investidura de poder que le otorgó el Estado, le permite utilizar los recursos públicos para su beneficio y el de “sus amigos”, porque como dicen los politólogos, “hay que gobernar con los amigos”. Ya con un poco más de cancha, mete su nariz en las arcas presupuestales, buscando réditos en los contratos, convenios y cuanta figura de gasto exista en el erario público. Todo es válido. Lo que cuenta es el ‘CVY’, que no son las iniciales de la placa de un carro, sino “Cómo voy yo”. Haciendo toda clase de retruécanos e interpretaciones de las normas, va tejiendo una intricada red de corrupción que hace metástasis en todos los frentes del Estado; todo debe dar rentabilidad, el puesto político, el interés de grupos de presión, el “favorcito” que se transforma en votos, la emisión de normas que beneficien a los mecenas de campaña y el trueque de la dignidad humana por un favor cualquiera.

El pillo se va fortaleciendo en la medida que escala cargos de dirección, cada vez más se codea con los de su misma especie en ese mundo donde los oferentes de grandes “proyectos e inversiones”, esperan con paciencia la mejor propuesta del pillo ávido de obtener la coima con dineros del Estado. Cada vez, la ambición se hace desmedida y el enriquecimiento fácil es su consigna en todo lo que pueda manejar.

Hay pillos de todos los pelambres, desde los que se conforman con esquilmar los bienes y servicios de un municipio, pasado por los que saquean un departamento o instituto descentralizado, hasta los que se empotran en la cúpula del poder, disfrazados de adalides del pueblo, gestores de un cambio social…¿o será radical?, impolutos togados que hacen su agosto a expensas de la Constitución, las leyes y los códigos, parlanchines de la investigación que viven anunciando a quien condenan y a quien no, mesías de la democracia que con sus sonados trinos atizan la polarización de un país que ve cómo la riqueza queda en pocos apellidos.

Los pillos en esta segunda década del siglo XXI, tienen su cuarto de hora, Usted lector, con su participación en las decisiones del Estado dirá si prolonga o termina esta nefanda época que estamos viviendo.

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