
Columnistas. James Londoño Prada/Opinión

El juego de poder…
lo resuelven los comodines
Edición impresa Nº27. Diciembre /2017
El devenir de los acontecimientos se vuelve patético y se acrecienta cuando de elegir ilustres padres de la patria se trata, el escenario se parece mucho a un gran casino, donde la ruleta, el póker, el blackjack, el rummy y las máquinas tragamonedas, están dispuestas para satisfacer apostadores de todas las condiciones sociales, con ansias de poder.
Los convidados son en su mayoría jugadores profesionales de amplia escuela en las lides del juego, conocen al dedillo las reglas de juego y si éstas no satisfacen sus apetencias las crean a su acomodo, pues son expertos en los vericuetos que tiene el juego del poder. Unos serán jugadores de blackjack, otros de ruleta y la gran mayoría de póker, donde se hacen jugadas dignas de los más avezados exponentes de una sociedad donde más del 60% de sus integrantes, ven con desdén y reticencia que el 0,0005, sea la representatividad de todos.
Empieza el juego, unos son los profesionales de oficio y otros más, los comodines de turno, se sabe que las partidas son a mediano plazo (3 meses), el soporte, cientos y cientos de vallas, carteles, pasacalles y cuanto manejo publicitario se pueda hacer, sonrisas de certificación de grandes y prestigiosos odontólogos, el brazo en alto formando la v de la victoria, unos de cuerpo total, otros en multitudes y cual más, saludando efusivamente al rebaño, pero todos le apuestan al carisma y el “don de gentes” como dice el campesino.
En maratónicas jornadas de casi 24 horas, recorren la geografía, el abrazo y el beso “mejilludo”, son la garantía del compromiso y la impronta para darle al rebaño la confianza, - no digamos “legítima” como dice el caudillo, pero sí que traerán progreso “pal pueblo”. Todo es válido. Los comodines de turno, - por lo regular salidos de los pueblos – hacen sus jugadas, conocen palmo a palmo la mesa de juego de sus coterráneos, alianzas van y vienen, y a punta de “ases que salen de la manga” o “fichas marcadas” van construyendo la red de seguidores, y el juego del poder va marcando ganadores, la ruleta se inclina y los jokers deciden, en una partida que se resuelve cada cuatro años.
Oh comodín de mis apuestas ¡me salvaste la partida en el juego del poder¡

¿El que ponga Uribe…
o el que ponga el pueblo?
Edición impresa Nº26. Noviembre /2017
Será que la amnesia de los colombianos para recordar los hechos que han marcado el devenir histórico de Colombia y el poder de la gran prensa, que ha construido una historia desde la óptica de los dueños del poder, son las causales para que los colombianos sigan pensando y creyendo que nuestros grandes males que afectan el desarrollo humano de los que vivimos en éste “paraíso”, es un problema de dos bandos. Es inconcebible que después de 60 años donde nuestra patria fue repartida en alternancias periódicas para ser gobernada por las mismas castas y linajes de apellidos por todos conocidos, los colombianos aún crean que “el que diga Uribe”, es el mesías salvador de la situación que vivimos.
Durante los últimos 16 años, - digamos que es historia reciente, ad portas de entrar al proceso de tergiversación por parte de los áulicos del poder – nos muestran cómo se fueron apoderando paso a paso de la riqueza del país, primero fueron los paracos haciendo bien la tarea para que los ilustres apellidos fueran agregando a sus patrimonios, cientos de miles de hectáreas de tierra despojada a sangre y fuego, luego vía normativa, - a costa de volver una colcha de retazos la Constitución – se consolidó un poder omnímodo, donde se pretendió alinear en un solo lado los tres poderes que soportan éste sistema supuestamente democrático, y de un plumazo, a través de la reelección, espió las Cortes, coptó el Congreso, incentivó los poderes militares con los falsos positivos, les expidió patente de corso a las AUC, entregó vastos territorios a las multinacionales para la megaminería, la salud de los Colombianos pasó a cuidados intensivos con el esquema EPS – IPS, los conglomerados económicos tuvieron grandes alivios tributarios, se ignoró el conflicto armado de medio siglo, donde el embeleco de la “seguridad democrática”, sirvió para que la clase gobernante pudiera visitar sus fincas y paraísos fiscales custodiados por el ejército, se acuñaron términos como “Castrochavistas”, “narcoterroristas de las Farc”, “confianza inversionista”.
El sucesor no lo ha hecho mal, con ropaje nuevo se “desmarcó” de su mecenas y en un alarde de grandilocuencia y retórica casi de mercachifle, utilizando la apetitosa mermelada para los padres de la patria, ha logrado que “todo cambie para que las cosas sigan igual”, donde la “coima”, la “palada”, la “comisión” y el “CBY”, son el pan de cada día en un Estado corrupto hasta los tuétanos, que de contera, cuenta con un cantinflesco fiscal que no sabe sino defenderse de su pasado oscuro y ominoso.
No hablemos del vocablo “PAZ”, pues su significado anda embolatado en los vericuetos leguleyescos de un congreso de zascandiles que consideran que los réditos que les ha dado la guerra se están perdiendo por culpa de unos “comunistas”, que hay que volverlos a incorporar a la sociedad y que ya sin armas y desmovilizados, no vale la pena cumplirles lo pactado en cuatro años de negociaciones.
De lo que sí estamos seguros es que la realidad de cada ciudadano se percibe, según la óptica con que la ausculte, la publicidad engañosa y las trampas noticiosas que invadirán las redes sociales y los medios de comunicación, será el menú diario para que esa inmensa masa de Colombianos que nada tenemos, siga “creyendo” en los apellidos ilustres y sus secuaces En su voto está que se elija el que “ponga Uribe” o el que “ponga el pueblo”.

¿SER PILLO PAGA?
Edición impresa Nº25. Octubre /2017
Partiendo de la premisa que las conductas torcidas de los seres humanos se hacen o se construyen, no nacen, encontramos que nuestra sociedad colombiana va formando cada vez más, un creciente conglomerado de pillos, en todos los ámbitos de la vida republicana del país.
Casi dos décadas va a completar nuestra carta magna definiendo que ésta patria es un Estado Social de Derecho… fundado en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. Analizando el contenido del primer articulado constitucional, nos volvemos perogrullescos al comprobar que los derechos sociales se desdibujan cada vez más, la dignidad humana se vendió en los cambalaches del soborno, la coima y las prebendas, el trabajo pasó de ser sinónimo de esfuerzo y dedicación y se aculilló ante la cultura de lo fácil, y el interés general se desdibujo en el interés de poder que beneficia a unos pocos.
Actualmente se tiene el caldo de cultivo, no para confirmar la teoría de los seres vivos, sino para producir pillos en serie para todos los torcidos que se puedan dar en las relaciones sociales, baste tener una inequidad en todos los órdenes como tiene Colombia, mezclada con la carencia de valores y principios hacia el respeto y la convivencia, macerada por la competencia malsana de pasar a toda costa por encima de los demás y filtrada en un consumismo que nos hace creer que el poder y la gloria están en los bienes materiales que acumulemos, y tendremos esos especímenes que afloran en todos los estamentos sociales y particularmente en los cargos del Estado.
El pillo que se apropia de lo público, por lo general es como decían nuestros abuelos, un “tipo estudiado”, que inició su carrera en lo público por algún hecho que le permitió llegar a un cargo (hablo de la lagartería, el cargaladrillo, o el apellido tradicional del santoral político). Empieza su periplo hacia el delito, cuando considera que la investidura de poder que le otorgó el Estado, le permite utilizar los recursos públicos para su beneficio y el de “sus amigos”, porque como dicen los politólogos, “hay que gobernar con los amigos”. Ya con un poco más de cancha, mete su nariz en las arcas presupuestales, buscando réditos en los contratos, convenios y cuanta figura de gasto exista en el erario público. Todo es válido. Lo que cuenta es el ‘CVY’, que no son las iniciales de la placa de un carro, sino “Cómo voy yo”. Haciendo toda clase de retruécanos e interpretaciones de las normas, va tejiendo una intricada red de corrupción que hace metástasis en todos los frentes del Estado; todo debe dar rentabilidad, el puesto político, el interés de grupos de presión, el “favorcito” que se transforma en votos, la emisión de normas que beneficien a los mecenas de campaña y el trueque de la dignidad humana por un favor cualquiera.
El pillo se va fortaleciendo en la medida que escala cargos de dirección, cada vez más se codea con los de su misma especie en ese mundo donde los oferentes de grandes “proyectos e inversiones”, esperan con paciencia la mejor propuesta del pillo ávido de obtener la coima con dineros del Estado. Cada vez, la ambición se hace desmedida y el enriquecimiento fácil es su consigna en todo lo que pueda manejar.
Hay pillos de todos los pelambres, desde los que se conforman con esquilmar los bienes y servicios de un municipio, pasado por los que saquean un departamento o instituto descentralizado, hasta los que se empotran en la cúpula del poder, disfrazados de adalides del pueblo, gestores de un cambio social…¿o será radical?, impolutos togados que hacen su agosto a expensas de la Constitución, las leyes y los códigos, parlanchines de la investigación que viven anunciando a quien condenan y a quien no, mesías de la democracia que con sus sonados trinos atizan la polarización de un país que ve cómo la riqueza queda en pocos apellidos.
Los pillos en esta segunda década del siglo XXI, tienen su cuarto de hora, Usted lector, con su participación en las decisiones del Estado dirá si prolonga o termina esta nefanda época que estamos viviendo.

Los intocables… ¿amigos de qué?
Edición impresa Nº22. Julio/2017
Aún se dice en boca de todos que somos un pueblo pequeño que hace todo lo posible por parecerse a una ciudad, esto supone una premisa, que todos son conocidos de todos, donde los apellidos familiares son la identidad para todo el discurrir de la vida social, política y económica de Quimbaya.
Este entramado social, hace que unos apellidos sean más populares si se tiene en cuenta que nuestros ancestros, de cuatro o cinco generaciones, connotan el legado de la colonización española con la mezcla de varios asentamientos humanos que llegaron principalmente de Antioquía, sur y oriente del país, generando una idiosincrasia donde el “rancio abolengo” y la “alpargatocracia ilustre”, fueron ganando espacios de poder, hasta la evolución de nuestros días.
Éste lento trasegar por los vericuetos del poder ha venido resquebrajando los valores éticos y los principios morales de una comunidad de un poco más de cien años de existencia, donde el concepto etimológico de la palabra “amigo”, entendida como el que sirve para tener a alguien que nos pueda ayudar en las circunstancias difíciles de la vida, además de compartir conjuntamente los momentos felices, ha mutado en los “cambalaches” de la vida, “hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador”, todo es igual; es más, este legado filosófico de Discépolo, se está volviendo la carta de presentación de los “amigos del poder”, que cada cuatro años, van cambiando de candidato con posibilidades de sentarse en la primera silla del municipio, para que les satisfaga sus intereses personales, no importa que gobierne en el filo del código penal, lo que importa es que lo imposible se vuelva posible.
Con éstos “amigos del poder”, el atajo es el camino elegido para que los “favorcitos” disfrazados de “presunta legalidad”, sean el caldo de cultivo donde las ÍAS encuentran toda clase de exabruptos administrativos que terminan en una sarta de investigaciones para el burgomaestre de turno. Los “amigos del poder” se vanaglorian en tener el “amigo” en la primera silla municipal, se pavonean por los pasillos administrativos a cualquier hora del día – cuando saben que la silla está ocupada – para acompañar la palmadita en el hombro, con la exigencia personal, el favor mediático, la utilización de los bienes municipales para la satisfacción de sus apetencias, la maledicencia contra el funcionario de turno que no se prestó para los favorecimientos, la lisonja que infla el ego para ganar la voluntad, la “propuesta” maquiavélica que siembra discordias entre unos contra otros, la “recomendación” cargada de nepotismo para aupar el apellido familiar que terminará incrustado en la burocracia, la “sugerencia respetuosa” que contiene los esguinces jurídicos necesarios para incrementar el patrimonio.
Los “amigos del poder” saben que sus réditos son beneficiosos en la medida que evocan la figura “amigo” sinónimo de chantaje y compromiso en una sola vía. Los “amigos del poder” jamás traen bajo el brazo una carpeta con buenos deseos propositivos para el beneficio colectivo de los Quimbayunos, son intocables, cuando de exigencias al cumplimiento de la normativa y la legalidad se trata, esgrimen cualquier artilugio para que la autoridad administrativa no los toque, siempre preguntan ¿Qué es eso de estar al día con los impuestos municipales?, ¿de sacar licencias?, ¿de tener legalizada la razón social del negocio?, ¿de pagar por un bien o servicio que brinda la Administración?, ¿de hacer trámites dentro de la legalidad?. Nada saben, son los “amigos del poder”, que algún día el servidor público que ocupe la mejor silla que existe en el Municipio, exclamará: ¿AMIGOS DE QUÉ…?

Paseando por Quimbaya
Edición impresa Nº21. Mayo/2017
Abrir un mapa del Quindío para encontrar a Quimbaya no es nada difícil, los paquetes turísticos que se consiguen con los operadores muestran las grandes bondades del municipio.
En cada una de las 26 veredas que posee el municipio hay un portafolio de alojamientos turísticos que ofertan algo parecido a un sitio edénico donde los placeres terrenales se equiparan con las campiñas italianas. Se anuncian con el mejor Photoshop, desplegando páginas enteras de bondades y ofertas que al incauto turista no le queda más que exclamar: …Será verdad tanta belleza?
Y como si éste anzuelo fuera “un bocatto de cardenale”, aquí llegan en masa, para ventura de los empresarios turísticos y para calamidad del grueso de los mortales que habitamos a Quimbaya. Si Usted amigo lector es un buen observador de cafetería, podrá darse cuenta de lo que le ocurre a la “tierra de la Luz” en temporada alta. En primer lugar, - ni el sector oficial ni el privado – saben a ciencia cierta cuantas personas nos visitan. Sólo se escuchan expresiones como “Que cantidad de carros que vienen de Bogotá”. Las dos o tres tiendas de mediana superficie se abarrotan de turistas; la familia de los Char, los Santodomingo y los portugueses, son los que acumulan réditos, mientras que las tiendas de barrio se llevan las migajas de todo el boom turístico en la cadena alimentaria.
Si la premisa es que cada persona puede producir un kilogramo de basura, con un promedio de 15.000 turistas/día, tendremos 15 toneladas/día MÁS de basura (y NEPSA cada vez más en dificultades operativas). La movilidad en las vías centrales se asemeja a la Caracas y la 26 de Bogotá, el espacio público de andenes y calles se pierde y el peatón queda como cualquier náufrago en un maremágnum de automotores y motos.
El comerciante formal está convencido que la mercancía hay que exhibirla en los andenes y calles para poder venderla. El informal cree que todas las vías son el mejor supermercado para vender sus productos. Los dueños de bares y cafeterías consideran que sólo se llama la atención del turista con más de 100 decibeles de volumen. El conductor cree que cualquier espacio de calle es un parqueadero y se estaciona. Y qué decir de la prestación de los servicios públicos esenciales como el agua, donde “San Pedro” siempre ha estado de lado de los Quimbayunos evitando las sequías, pues ni la EPQ tiene conocimiento de cuál es el máximo aforo poblacional que puede albergar Quimbaya y que se abastezca con agua potable satisfactoriamente.
La infraestructura vial terciaria queda como pista de bicicross después de cada temporada, con el agravante que, si el departamento o INVÍAS no nos dan la manito, la municipalidad no tiene ni recursos ni equipo para volverlas transitables. ¿Será que los dueños de los mesones turísticos atienden las vías, por donde llegan los que dejan la platica? Para éstos sólo existen derechos que tiene que cumplir el Estado. Los deberes brillan por su ausencia. Para qué vamos a hablar de los problemas sociales que se generan. ¿Estamos preparados para que nuestro primario hospital responda adecuadamente a un evento de magnitud? ¿Las joyas de la corona en turismo como son los parques temáticos, tendrán los planes de contingencia, la logística y los protocolos de gestión de riesgo, para responder adecuadamente a intoxicaciones masivas, pánicos escénicos, sismos de magnitud catastrófica, evacuaciones masivas, etc.?
El balsaje, emblemático testimonio de la contaminación y degradación del más importante afluente de la región, no genera información creíble de sus actividades, ni se cuenta con cifras que permitan establecer la cantidad de turistas que hacen uso de esta actividad recreativa, ni mucho menos sabemos las consecuencias que genera el contacto directo con el agua contaminada del río.
Resumiendo, no pretendemos ser inquisidores de la actividad turística, solo pedimos que se aproveche éste atributo de forma planificada y responsable, bajo parámetros ambientales, sociales y de salubridad que determinan las pocas normas que regulan dicha actividad; para no tener que decir en pocos años en un vago recuerdo ¡Cuando paseábamos por Quimbaya¡