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Sagrado corazón politiquero…¡en vos confío!


James Londoño Prada

Para no perder la costumbre de entregarnos a una divinidad como estuvo nuestra Colombia durante varias décadas, hoy revaluada por la injerencia de cientos de iglesias, cultos y cuanto altar de garaje se yergue en el imaginario colectivo; quiero retomar la figura icónica y materializarla en un espécimen que desde hace varios años ha ganado espacio, no solamente espiritual sino material en los millones de ciudadanos que vivimos en esta Colombia.

Desde la mitad de la década de los setenta, cuando el esquema de gobierno encarnado en el Frente Nacional, hizo agua y obligó a la clase dominante a permitir que el olimpo del poder fuera habitado por nuevos “apellidos” de las distintas regiones, se fue conformado una nueva clase emergente, que en honor a la verdad fue adquiriendo prestancia y poder, a costa de hacer bien el mandado de perpetuar en los territorios las obsoletas estructuras de Estado que hasta hoy superviven.

Estos nuevos prohombres de la dirigencia, entendieron muy rápido que el poder puede ser eterno si se logra mantener cautiva la conciencia y por antonomasia el voto del pueblo. La supuesta “democracia participativa”, encontró el reemplazo del Sagrado Corazón que servía para todo, por el “sagrado corazón politiquero”, llámese de pueblo, ciudad o región, el cual se caracteriza por tener el don de la ubicuidad y la transformación como cualquier respetable camaleón.

El “sagrado corazón politiquero”, se fue fortaleciendo en la medida que el Estado le puso a disposición todos los recursos, su inserción en el poder, le permitió paso a paso llenarse de cargos, dependencias, estructuras, contratos y sobretodo la platica que el contribuyente tributa a regañadientes. Se fue apoderando de todo como la hiedra venenosa, poblados, comunas, barrios, y en general los sectores sociales que generan votos. Allí llega con fardos llenos de promesas electoreras que van desde pavimentos, pasando por mercados para aliviar el fantasma del hambre, ladrillos y tejas para mejoramientos de las desvencijadas viviendas, hasta todo tipo de subsidios y programas estatales, que se otorgan en la feria de bondades para la cauda electoral del “Sagrado corazón politiquero”. No tienen recato, hoy son de las filas del partido de gobierno, mañana serán del candidato con mayor opción y pasado mañana ocuparán los cargos de dirigencia, o serán miembros de bancadas amantes del pupitrazo, o estarán amañando expedientes por lisonjas y dineros de dudosa procedencia, en nombre de la justicia y la democracia colombiana

Existen miles a lo largo del territorio nacional, unos son pichones, otros están por graduarse, pero los más son avezados y tienen varios títulos en el arte de birlar la buena fe de los colombianos creyentes, que cada dos o cuatro años, creen que existe la posibilidad de que todo cambie, eligiéndolo; éstos miles, saben que el Estado mientras sea dirigido por los apellidos prestantes bicentenaristas y perpetuadores del poder, no tendrá otra alternativa que seguir fortaleciendo el “sagrado corazón politiquero” existente en cada rincón colombiano.

¿Cuántos “sagrados corazones politiqueros”, tendrá el Quindío y Quimbaya en el próximo período electoral? Usted amigo lector no necesita ser prestidigitador para saberlo. Ahí estarán prestos a cumplir la misión Estatal de no dejar perder el actual poder para que Colombia siga elevando preces y diciendo al unísono ¡Sagrado Corazón Politiquero… En vos confío!

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