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Los intocables… ¿amigos de qué?


James Londoño Prada

Aún se dice en boca de todos que somos un pueblo pequeño que hace todo lo posible por parecerse a una ciudad, esto supone una premisa, que todos son conocidos de todos, donde los apellidos familiares son la identidad para todo el discurrir de la vida social, política y económica de Quimbaya.

Este entramado social, hace que unos apellidos sean más populares si se tiene en cuenta que nuestros ancestros, de cuatro o cinco generaciones, connotan el legado de la colonización española con la mezcla de varios asentamientos humanos que llegaron principalmente de Antioquía, sur y oriente del país, generando una idiosincrasia donde el “rancio abolengo” y la “alpargatocracia ilustre”, fueron ganando espacios de poder, hasta la evolución de nuestros días.

Éste lento trasegar por los vericuetos del poder ha venido resquebrajando los valores éticos y los principios morales de una comunidad de un poco más de cien años de existencia, donde el concepto etimológico de la palabra “amigo”, entendida como el que sirve para tener a alguien que nos pueda ayudar en las circunstancias difíciles de la vida, además de compartir conjuntamente los momentos felices, ha mutado en los “cambalaches” de la vida, “hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador”, todo es igual; es más, este legado filosófico de Discépolo, se está volviendo la carta de presentación de los “amigos del poder”, que cada cuatro años, van cambiando de candidato con posibilidades de sentarse en la primera silla del municipio, para que les satisfaga sus intereses personales, no importa que gobierne en el filo del código penal, lo que importa es que lo imposible se vuelva posible.

Con éstos “amigos del poder”, el atajo es el camino elegido para que los “favorcitos” disfrazados de “presunta legalidad”, sean el caldo de cultivo donde las ÍAS encuentran toda clase de exabruptos administrativos que terminan en una sarta de investigaciones para el burgomaestre de turno. Los “amigos del poder” se vanaglorian en tener el “amigo” en la primera silla municipal, se pavonean por los pasillos administrativos a cualquier hora del día – cuando saben que la silla está ocupada – para acompañar la palmadita en el hombro, con la exigencia personal, el favor mediático, la utilización de los bienes municipales para la satisfacción de sus apetencias, la maledicencia contra el funcionario de turno que no se prestó para los favorecimientos, la lisonja que infla el ego para ganar la voluntad, la “propuesta” maquiavélica que siembra discordias entre unos contra otros, la “recomendación” cargada de nepotismo para aupar el apellido familiar que terminará incrustado en la burocracia, la “sugerencia respetuosa” que contiene los esguinces jurídicos necesarios para incrementar el patrimonio.

Los “amigos del poder” saben que sus réditos son beneficiosos en la medida que evocan la figura “amigo” sinónimo de chantaje y compromiso en una sola vía. Los “amigos del poder” jamás traen bajo el brazo una carpeta con buenos deseos propositivos para el beneficio colectivo de los Quimbayunos, son intocables, cuando de exigencias al cumplimiento de la normativa y la legalidad se trata, esgrimen cualquier artilugio para que la autoridad administrativa no los toque, siempre preguntan ¿Qué es eso de estar al día con los impuestos municipales?, ¿de sacar licencias?, ¿de tener legalizada la razón social del negocio?, ¿de pagar por un bien o servicio que brinda la Administración?, ¿de hacer trámites dentro de la legalidad?. Nada saben, son los “amigos del poder”, que algún día el servidor público que ocupe la mejor silla que existe en el Municipio, exclamará: ¿AMIGOS DE QUÉ…?

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